Por: Pablo A. Martín
Hace poco compartí en mi perfil de Facebook un artículo de J. Esteban Mucientes que trataba sobre las razones que había tenido para quedarse en un centro de Coworking. He visto y leído una gran cantidad de artículos similares en el último año, sobre todo por el boom que están teniendo este tipo de espacios, y sin embargo este era de los pocos con los que realmente me he sentido identificado.
Además, coincido en otro punto en común que suele ocurrir cuando se habla de esta modalidad de trabajo: si bien la mayor parte de la población ya ha oído en alguna ocasión la palabreja, no se hace a la idea de lo que significa realmente. Como usuario y defensor de este modelo desde que lo descubrí hace ya casi dos años, dándome la posibilidad real de montar un negocio que en otras circunstancias no hubiera podido ser, me preocupa que se confunda y desvirtúe el concepto y la palabra como está ocurriendo con otras similares por culpa de querer utilizarlas con un sentido que no son, como start-up o emprendedor, que están adquiriendo matices a veces sesgados por el intento de darles un sentido benevolente e incluso algo heroico que no es real y a veces otros sentidos directamente falsos.
Asique para todos aquellos que me habéis preguntado alguna vez “de qué iba el tema ese donde estoy”, os doy mis razones concretas tanto para haberme lanzado como para, una vez hecho, quedarme mientras le doy a la infoarquitectura.
La primera de todas ellas es porque en mi habitación de 12 m2 iba a acabar convirtiéndome en vampiro o en agorafóbico, aparte de que más que intentar ganarme la vida jugaba a que lo intentaba. Quería realizar un proyecto serio y estaba claro que allí nada de nada. Por otra parte, alquilar una oficina se salía totalmente de mis posibilidades, además de ser algo desproporcionado para mi caso concreto y no solucionar uno de mis problemas principales, el aislamiento.
En este punto no conocía el coworking, y hasta que no me lo enseñaron (gracias ;)) no vi una oportunidad real para lanzarme a ello. Como todos, no entendía muy bien que era, pero según fui buscando y visitando algunos de ellos me fue quedando cada vez más claro. El concepto general es que además de ser una oficina compartida donde alquilas un puesto de trabajo y pasas el día a día con otra gente, cada una dedicada a su negocio, empresa o lo que tenga, existe un concepto de colaboración que en algunos casos es bastante débil y en otros la razón principal de su existencia. Me decanté por un punto intermedio, y acabé en el centro que desde entonces se ha convertido en mi segunda casa, Freeland, que cada vez crece más. En el año y medio que llevo he visto dos ampliaciones del local y pasar de unos 9 a unos 30 profesionales (aprox, no me hagais contarlos).
Poco a poco fui consiguiendo mis primeros objetivos, que tienen mucho que ver con el artículo que antes enlazaba: Establezco una rutina diaria, salgo del aislamiento, conozco gente que además tiene inquietudes cercanas y hace todo y más para salir adelante, salgo de casa...
Según han ido pasando los meses y hasta ahora, de la relación con los compañeros del centro han ido surgiendo encargos y opciones de colaboración, la última de ellas y la más grande de momento es la academia que acabamos de abrir y que esperemos vaya creciendo poco a poco con cursos y seminarios de diversos temas de infoarquitectura. Además, a partir también de alguno de ellos han ido surgiendo nuevos contactos que ahora son clientes.
En futuros post os iré comentando más detalles sobre esta forma de trabajar, aunque de momento os remito a los mil y un artículos que podéis encontrar en la web. Si queréis ver los espacios que tenéis en vuestra ciudad, la web de Coworking Spain es la mejor actualmente. Si os ha gustado, podéis contarme donde trabajáis (o quisierais trabajar) y las ventajas e inconvenientes que tiene.
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